sábado, 4 de junio de 2016

EL OLIMPO DE SPRINGSTEEN: Euforias y contradicciones por el Estado Español




Por Víctor García Zapata
-Para Greetings from Latinoamérica-

     Casi cualquier miembro de Greetings, o seguidor de Bruce desde latinoamérica, estaría pasando por lo que yo tras volver de los conciertos de Springsteen en Barcelona, San Sebastián y Madrid, entre el 14 y el 17 de mayo de este 2016.  Venir de un sitio en donde el de New Jersey es un habitual, respetado y reconocido y que por décadas ha estado presente en la vida cotidiana de muchas personas y a veces pareciera que en la vida de ciudades enteras, para luego aterrizar en  nuestra ciudad, donde lo que hay que explicar, es incluso que Bruce existe y que más allá de “Born in the USA”, es un fenómeno cultural que no solo llena estadios y es numero uno en ventas, si no que hay quien le sigue por el mundo, quien derrama tinta sobre su proceso artístico y quien diserta sobre su trayectoria y sobre sus repertorios.

        Para quienes, como nosotros, hemos seguido a Bruce desde tierras más o menos alejadas del universo Springsteen, mirar a Bruce por esas tres ciudades, mirar el animo y la entrega en sitios místicos como en  el Camp Nou, en Anoeta y en el Santiago Bernabéu, es recargarse de jubilo y emotividad. Pero es también mirar en retrospectiva toda la tensión que hemos puesto a sus decisiones sobre cómo desenvolver una carrera que no ha querido tener disyuntiva entre un proceso creativo y profundo, plenamente artístico, y establecer complicidad con un publico masivo. 
                Todo eso, se sintetiza en España.

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                  14 de mayo. Apenas pisar Barcelona un día antes del esperado concierto en el Camp Nou, fue fácil darse cuenta de que cada vez Bruce se aparece por allí se vuelve la noticia como si un hijo pródigo llega a la ciudad.

                  Es fácil escuchar a gente hablando de ello en los café y en los taxis y hoteles; solo hace falta decir que uno está ahí para “el concierto” sin tener que decir el nombre de quien actuará.  Muchos le han visto alguna vez y nadie le baja de impresionante.  Es transversal, va de jóvenes a viejos, de izquierdas a derechas y de mainstream a culto.

             En la ciudad catalana dio su mítico primer concierto en la península ibérica, el 21 de abril de 1981. Aun se cuentan cosas al respecto. Un hito en la historia del rock en el Estado Español. Desde ese momento arraigó de una manera que no es fácil de explicar. Podríamos intentar alguna argumentación en torno a un pueblo recién entrado en democracia, con una inserción global en necesidad de afirmarse y un rockstar que sin panfletos es capaz de resumir la historia del rock and roll, del góspel al punk, cantando sobre lo jodido de la vida y sobre las pasiones necesarias para sobreponerse “sin sentir pecado por estar vivo”. 
        Podríamos, pero a saber, lo de Barcelona y Bruce es inexplicable, como muchas de la verdaderas aficiones por un equipo de fútbol, no es objetivizable al tiempo que no hay mayor ejemplo de entrega y dedicación. 

         Loquillo compuso la canción 21 de abril en homenaje a ese concierto y contaba después su opinión sobre Bruce:

 “Springsteen es un monstruo, pero es un hombre que te gana con el físico, con el inapelable repertorio y con una fiereza en el escenario que te aplasta. La energía que desprende es única. Recuerdo la última vez que lo vi en San Sebastián, con 50.000 personas en el estadio, lloviendo a cántaros; no se iba nadie, y tuvo los santos cojones de tocar tres horas y media con el agua y el viento de frente. Después ves a los U2 con la falla plantada en medio del escenario y dices “¡dónde vais con eso!” El rock ‘n’ roll es otra cosa. Springsteen consigue que hasta el tío más crítico tenga que callarse. Es inapelable y encima es la hostia. Siempre está en su mejor momento. Lo del tío este es muy fuerte, muy fuerte [Ríe]”.

      Y es que justo en San Sebastián el mito no es menor, donde fue el segundo concierto,presumen que ahí pasa sus vacaciones y que ahí es donde sus hijos han aprendido a surfear. En Donosti se le ve caminar y recorrer restaurantes de comida Vasca. Se saben receptores del gusto de Bruce por la ciudad y lo celebran.Llenan el estadio como si van a ver a un amigo.

       Bruce se sabe en casa por eso es cómplice y respetuoso. En Barcelona Bruce saludó a Cataluña y en San Sebastián saludó a Euskadi. Hace 4 años en el Santiago Bernabéu saludó a España, ahora solo dijo "Hola Madrid". En los dos primeros habló en inglés, catalán y euskera. Solo en Madrid habló en Español. En cada uno colgó la bandera de cada nación.

   Luis Beltza, el dueño de Beltza records, una magnifica tienda especializada en música negra y punk, en Donosti, es la excepción que confirma la regla: Es el único personaje con el que me encuentro en el camino que no solo no muestra interés en Springsteen sino que manifiesta abierto y decidido alejamiento del personaje. “Cuando Springsteen llegó a España yo estaba encontrando a TheClash, al funk y al soul ¿Por qué le iba poner atención a alguien como él?”. Se sorprende de que un seguidor de Bruce se lleve discos de Rattus, Violadores y un tributo a James Brown. Me da con ello la oportunidad de contarle que a mi, como a muchos, Bruce nos abrió la puerta a las raíces. Ponerle atención es un viaje a los orígenes: Es ir del góspel al soul a Hank Williams y WoodyGuthrie hasta Suicide y JoeStrummer.  Lo mismo acude al góspel que al punk que al folk. No es el mejor en algún genero pero si el que crea los más grandes rituales a partir de sintetizar casi todo.

Barcelona, 2016, foto José Navarro Gutierrez



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              A saber porque Bruce decidió no tocar el The River completo en el tramo europeo de la gira, que inició con estos tres recitales, tal como hizo en Estados Unidos. De 1981, es el disco que lo llevó por primera vez al viejo continente. Tocarlo integro en la primera parte del tour por Estados Unidos fue un reto interpretativo, con las subidas y bajones que son más propias de los discos que de los conciertos, que provocó conciertos entrañables, inolvidables.

            A juzgar por los conciertos en España para Europa prefirió que la gira de aniversario de The River sea más o menos como la gira de presentación de cualquier disco. Un pretexto para un greatest hits que no tiene el compromiso de encasillarse en el disco nuevo. Haciendo así emocionó tanto como sus ceremonias suelen hacerlo, llevando a un éxtasis de conexión humana que ningún artista en el planeta es capaz de hacer. Por más que en mucho sea un ritual aprendido y repetido por muchos, la emoción de hacerlo provoca que se viva como si fuera la primera vez.

          Para Ignacio Julia en el País, el no haber tocado el The River completo levantó la duda sobre su confianza en un publico que se ha entregado hace 35 años y, sin embargo, no se mereció la experiencia de culto que hubiera sido tocar el álbum entero. Yo más bien creo que a pesar de los años y la consagración, el dios Sprinsgteen es aún capaz de dudar de si mismo y opta, en esos casos, por complacer a con quien no puede estar si no agradecido. 

       En Barcelona todo parecía ir bien hasta que un cartel del público le pidió I'm going down y sustituyó la mítica Independence day. El baile fue impresionante, el estadio retumbó pero se perdió la sensación de haber escuchado un tema de culto. Como gran sorpresa, y resultará inolvidable, será el Purple rain de Prince.
       En San Sebastián compensó. Tocó todo el primer disco de The River . Y algunas del segundo sobresaliendo Point Blank que seguida en cada noche por Atlantic City, MurderInc y Downbound Train, protagonizó el momento oscuro de la cada noche. El famoso “Depressión set.”

       Pero en Madrid todo fue a distinto y hasta cierto punto confuso. No porque el concierto no fuera espectacular, quizás incluso más eufórico y por ello conmovedor que los anteriores, si no porque más pareció un tributo a Born In the USA que otra cosa. Una noche de bailes habituales. El set genérico. Iniciar otra vez con Badlandsy darle centralidad a Workingon a highway, I,mgoingdown, Darlington County, GloryDays, pasar porWaintingon a sunnyday, Spirit in thenight, Promiseland, y cerrar como en todos hasta entonces con Twist and shouts. Si no es por Downboudtrain, Jonhhy 99, Trapped y Human Touch aquello hubiera sido un recopilatorio de ocasión para venderse en tiendas de conveniencia.

         Tengo la impresión de que la emoción del público madrileño, la más impresionante que he constatado, lo fue arrastrando a un callejón sin salida. Se sorprendió el mismo y no quiso bajar un tremendo animo que no sabemos si volveremos a ver. Varias fueron las veces que cambio de guitarra sobre la marcha para, con la sorpresa visible de la banda y sus asistente, cambiar la canción prevista. Fue victima de una cascada de alegría que no fue capaz de frenar a favor, por ejemplo, de una Drive all night cuya interpretación en los dos primeros conciertos lo pone en el olimpo de los dioses. Fue puro para arriba y hasta Thunder Road fue sacada del orden original con tal de no frenar la euforia. Al final fue rescatada para un memorable solo acústico.

             De cualquier manera, yendo a los números, en tres noches escuchamos 54 canciones distintas. Alguna, como siempre me pasa en el dominó, se me puede estar fallando en la cuenta, pero sea como sea, es una cifra de variedad difícil de encontrar en el show de alguien más en nuestros días.


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          No han faltado las criticas y disertaciones en torno al repertorio y las razones de la gira. No pocos se han sentido defraudados por el nombre del tour. Muchos querían un concierto de culto en un escenario masivo habitualmente poco propicio para ello. Nosotros pensamos que el Boss es capaz de eso y más pero creo que no estuvo seguro, que no ha querido encasillarse. Nomás de ver los setlist de conciertos posteriores está claro que en cada uno se atreve a mas rarezas, pero no al The River integro.

        Salvo algunas de las criticas que parecen tratar a Bruce como a cualquier otro artista de marca blanca, hay que decir que las disertaciones tienen sentido porque reconocen que estamos ante uno de los principales fenómenos culturales de nuestro tiempo. Lo afirmo consciente de la polémica, pero cierto también de que en nuestros días pocos artistas arraigan emocionalmente de manera tan profunda como hace el en ámbitos masivos de Estados Unidos y Europa.

         No solo basta con mirar las ventas de cada uno de sus álbumes, no solo basta con mirar las entradas a sus conciertos, ni con palpar la influencia que ha tenido en la música popular contabilizada en la covers que nuevos y viejos hacen de sus canciones. Entender el arraigo del Boss  se dimensiona, sobre todo,  articulando el significado de la masividad con la capacidad de estrechar una relación con el publico que no debe tener símil en la historia de la música popular.  

            Lo que estamos criticando es una obra tan genuina y completa que da para  el análisis y la búsqueda de significados. Una obra que es capaz de contarnos nuestra vida y de ponernos frente al espejo, obligarnos a escupir lo que está mal y enfrentarlo a diario sin sentir “pecado por estar vivos”.

            Lo constatado en España es que escuchar a Bruce en un estadio es, en realidad, ir de la misa góspel al asado en patio trasero hasta la cantina de madrugada a media  carretera. Es la única posibilidad que tenemos de recrear la atmósfera que cada vida necesita en el corte semanal para seguir adelante. Pero sobre todo es la prueba de que el rock and roll registra historias idílicas entre artistas y territorios que desafían cualquier conmoción. Imposible no anudarse la garganta mirando un publico que aunque basto logra ser comunitario, que no tiene miedo a perder el estilo, con el que se puede saltar de alegría y llorar al momento y que se desgañita por agradecer a quien tanto a dado en 35 años y es capaz de resumirlo cuando a punto de cumplir 66 se desgarra en el escenario 3 horas y media.

         No hay más. La historia del rock no ha arrojado a otro así y difícilmente lo hará. Si queremos historias de juerga, chicas y liberación voy a los Rolling Stones, si quiero ironías de amor puedo con Ryan Adams; para burlarme del capitalismo está a veces  Evaristo Paramo y siempre The Clash; Si necesito poesía profunda y de culto, no dudo en poner a Human Drama. Para genialidades está  Peter Gabriel y para tormentas SineadO´connor, con Gaslight Anthem imagino la rabia de la vida callejera. 
             Para muchas cosas estarán  Bob Dylan, Leonard Cohen o Patti Smith, pero si lo que queremos es la síntesis de la vida entera  tal como es, sin estilizaciones ni sofisticaciones pero entera, resumida junto con la historia del rock en ceremonias colectivas irrepetibles, no hay otro en el planeta más que Bruce Springsteen con todas sus letras.

                                                         México, D.F, 2 de junio de 2016