domingo, 28 de junio de 2015

CARRERAS EN LA CALLE


                                                                                Por Maximiliano Rivera 

La primera vez que escuché Racing in the streets, estaba sentado con mi disc man en un banco del parque Rivadavia. Era sábado a la tarde y ahí andaba, comprando discos de Springsteen en la feria. Cuando la escuché, enseguida supe que iba a ser parte de mi vida. Los arpegios en el piano y la melodía cantada por Bruce emanaban una tristeza muy parecida a la que yo sentía en ese momento. Y aún sin saber lo que decía la letra, no podía evitar que esa melodía me traspasara.

Unos días después, entré a Zivals, ahí en Callao y Corrientes, pleno  centro de  Capital Federal, y me compré un libro que traía todas letras de Springsteen traducidas al castellano. Cuando me puse a escucharla y a seguir la letra no podía dejar de estremecerme.

Para algunos estudiosos de sus letras esta canción, al igual que el disco donde está incluida, refleja la crisis existencial que muchas veces se da en la clase obrera. Refleja las ansias de sensaciones, ese deseo de hallar el camino propio para elevarse a sí mismo, para experimentar esa mezcla de emoción y orgullo al optar por decir: “a mí no me vas a hacer caer, conmigo no”.

Como escribió alguna vez Nick Hornby en la novela ALTA FIDELIDAD, en una canción se necesitan elecciones simples, y Springsteen eso lo sabe muy bien. Sabe exponer ese contrapunto: o te vas o te quedás, o ganás o perdés, o te morís poco a poco o te bañás y te vas a correr carreras en la calle. Como si en la vida sólo pudieras rendirte o reconciliarte con el desengaño y seguir adelante. Steve J Powell  en su libro sobre Bruce escribe que en esta canción el autor hace esta distinción de manera conmovedora, porque por un lado están los tipos que simplemente “se cansan de vivir, mueren poco a poco, semana a semana”, refugiándose en el pasado porque no soportan el presente. Y por otro lado hay personas como el protagonista, que consiguen hallar ese algo que da sentido a su vida, aunque solo se trate de hacer carreras en un viejo Chevrolet.


En CARRETERA DEL TRUENO (Thunder Road), el protagonista pasa a buscar a la chica (que ya no es tan deseada como en su juventud) para invitarla a dar un paseo en su viejo auto. Y claro, todo puede suceder, y más allá de lo lindo que parezca, mientras el auto no arranque todo lo que uno desea que suceda todavía es una promesa.

En cambio en CARRERAS EN LA CALLE nos encontramos con un relato bastante crudo y realista. El auto ya arrancó, e incluso llegó a destino y te muestra lo descorazonador que puede llegar a ser. Uno se encuentra allí con una realidad que te dice que aunque le pongas todo el empeño del mundo no siempre los sueños pueden hacerse realidad. A lo sumo podrás obtener alguna ínfima porción pero nada más.

A veces me permito imaginar que quizá el personaje principal de la canción soñaba con ser un gran corredor, y al haber fracasado en el intento, le dio sentido su vida corriendo estas carreras en la calle, como los que van a correr picadas al autódromo. O los que hacen picadas clandestinas…

Y después está la otra imagen, la de la chica que logra arrebatarle a un Dandy de L. A., lo cual es un poco el triunfo del tipo pobre sobre el rico. Me permito imaginarla hermosa, radiante, objeto de deseo de muchos hombres. Esa clase de chica que sólo pueden permitirse los tipos ganadores. Y tres años después de esa conquista Bruce nos la muestra con arrugas alrededor de sus ojos, con la mirada de alguien que odia haber nacido. Además la imagen del tipo llegando a una casa a oscuras es bastante deprimente, incluso escuchamos a la chica hablar desde esa oscuridad, diciendo: hey nene ¿hoy lo hiciste bien?



Con el paso del tiempo uno va perdiendo cosas, y  creo que una de las cosas que más sufrimos es la pérdida de la belleza, y muchas veces con esa pérdida, también se nos va el encanto. Como en la canción Yegua de los Babasónicos, donde la diosa de la disco ahora es un flamenco con el ala herida.

Al menos en el final hay una pequeña imagen de victoria, uno de esos tantos triunfos efímeros que no retratará ningún fotógrafo ni cubrirá ningún periodista. Ese momento en el que el corredor sube a su chica al auto para dirigirse hacia el mar en nombre de todos los forasteros fracasados y los ángeles en sus bólidos para lavar “estos pecados de nuestras manos”. Incluso imagino a ese auto yendo a toda velocidad por una carretera vacía, con un paisaje árido a los costados, tal cual muchas veces nos lo han mostrado esas películas de fugitivos. Lo imagino llegando de noche a una playa vacía apenas iluminada por la luna…

Y más allá de que a al protagonista parece irle bien en las carreras,  cuando llega a su casa esa magia de triunfo cotidiano parece esfumarse ante la frustración que siente su chica. Y creo que es un sentimiento que se da en muchas personas (me incluyo) cuando descubrimos que ya no seremos luminarias, porque entendemos que en ese cielo no hay lugar para todos.

 Muchos renuncian a seguir explorando ese talento innato que tienen consigo y se dedican a una vida sencilla. Se atrofian y se convierten en seres comunes, personas responsables pero insípidas. Otros en cambio se van a jugar la pelota una vez por semana en alguna liga barrial, o tocan en una banda de rock en locales chicos, o escriben libros que nunca son publicados, o hacen programas de radio para unos pocos oyentes, o corren picadas en el autódromo, o brillan en las jornadas deportivas municipales, o van a leer sus poemas a encuentros literarios con micrófono abierto, o van a estudiar actuación para conseguir un papel en alguna obra de teatro under, y la lista es infinita. Es infinita la cantidad de cosas que uno puede llegar a hacer para reconciliarse con la frustración que siente y encontrarle un sentido a su vida.

Y eso de alguna manera te convierte en una especie de héroe anónimo, en una luminaria para pocos. Te convierte en parte de esos millones de personas que eligieron aceptar el desengaño, reconciliarse con lo que son, y seguir adelante.

Te convierte en esos que llegan del trabajo, se bañan, y se van a correr carreras en la calle…


miércoles, 17 de junio de 2015

EL DÍA QUE PAPPO TOCÓ CON BRUCE SPRINGSTEEN

                   


                   El 14 de septiembre de 2013 no solo será recordada como la fecha en la que Bruce Springsteen regresó a la Argentina para brindar un nuevo show. También, pero quizás en un renglón muy secundario y oculto, figure que esa misma noche, antes del recital del Boss, se incluyó como telonero al hijo de Pappo Napolitano, Luciano.
               La inclusión de un telonero en los recitales de la E Street Band, ya de por si es un hecho inédito, puesto que nunca incluyen artistas para esa tarea. Resulta muy difícil que alguien pueda secundar a Bruce. Ello fue con motivo de una ordenanza del gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires que establece la obligatoriedad de que, este tipo de espectáculos internacionales, diese espacio a los artistas locales para que actuasen en la previa.  
            Muchos quizás estén en desacuerdo, pero para mi el hijo de Pappo no estuvo a la altura de las circunstancias, casi una falta de respeto a la historia y filosofía de la banda a la que tenía el honor de preceder. Fue increíble ver como inclinaba la botella de cerveza arrojando la bebida en el sector del escenario donde se ubicaría Bruce. Se dirá que es rock y que allí no hay barreras ni barrotes a la libertad, y que el flaco se movió con el bill de indemnidad que da haber elegido ser un músico. De todas maneras, entiendo que debe haber un respeto y ubicación, eso no quita alas sino que te permite volar bien. Creo que nunca supo quien era el músico estelar de la noche.
            Pero bueno, fue muy interesante observar cómo esta propuesta ponía en contraste dos contextos bien diferentes, discordancias que en alguna medida puede redundar en algunas de las explicaciones del por qué nunca terminó de consolidarse el mundo de Bruce en nuestra cultura vernácula, más proclive a ensalzarse con artistas que expresan una mística rockera que no busca escapar de los confines del entorno -para encontrarse-, sino que se encierra en una mediocridad que ni siquiera se plantea salirse de la subcultura del barrio. 
           Así, pudimos ver un universo donde el rock te libera en las alabanzas al vino en tetra breack, el cabaret y los pibes del barrio, frente a una invitación a cuestionar un mundo hostil y lleno de promesas rotas, animarse a ir por el camino del trueno, en la impetuosa magia de la noche, sin romper las promesas de nuestra eterna juventud.

            De todas maneras, quedará en el recuerdo que, en la previa de un concierto de Bruce Springsteen, apareció el fantasma del recordado ‘Carpo’, encarnado en su hijo Luciano, que canta igual y toca la viola de maravilla. Antes de Badlands, sonaron “Blues local”, “Hombre suburbano” y “Llegará la paz”, entre otras. 
          Hace un tiempo Luciano Napolitano publicó una carta en la que reivindicaba la música de su viejo y su necesidad de reivindicarlo tocando su misma guitarra. Dijo "No estoy acostumbrado a hablar, la guitarra habla por mí, pero a partir de ahora no voy a permitir que sigan lucrando con el nombre de mi viejo, tengo el coraje Napolitano y la fuerza del Rock que me dejara el CARPO, no descansaré hasta que dejen su memoria tranquila y hasta que se cumpla su voluntad de que yo siga tocando su guitarra...se que el me acompaña en cada paso y algún día esa Negra Les Paul dejará las ilegitimas manos que hoy la apresan, para volver a sonar tocando un Blues en manos de un Napolitano...".
         Quizás, en el fondo, todas estas miradas sean muy crueles y estrictas. Seguramente, estas propuestas, tan distintas en principio, se terminan abrazando en la más pura libertad, en el mismo espíritu del rock and roll, originado tanto en el barrio de La Paternal como en el de Freehold. 
       Seguramente Pappo fue muy feliz viendo desde el cielo cómo su hijo Luciano tocaba antes del gran Bruce Springsteen. 


                                                               Johnnyland

*Publicado originalmente en Greetings, La revista de Bruce en Latinoamerica, edición 0, 2014.  

lunes, 8 de junio de 2015

LOS 41 DISPAROS QUE QUISIERON BOICOTEARSE

   

    Corría el año 2000, y Bruce se jugaba una nueva cruzada contra la barbarie consustancial a este mundo, trajeada  esta vez por la violencia policial que se llevaba la vida de un inocente. Fue así que, frente al asesinato en 1999 de un inmigrante de Guinea, Amadou Diallo, a manos de la policía de Nueva York, Bruce compuso American Skin (41 Shots), canción que despertó la empatía de muchos, trayendo también aparejada reacciones muy críticas, fomentadas por aquellos sectores conservadores más proclives a encorsetarse en la defensa de intereses corporativos ligados a la denominada seguridad ciudadana.
       
   Fue así que un 8 de de junio del 2000, cuatro días antes del inicio de los históricos 10 conciertos en el Madison Square Garden -y cuatro días después del estreno de la canción en Atlanta- distintas personalidades y asociaciones de Nueva York se lanzaron contra Bruce calificándolo de manera muy dura, incluso con insultos a su persona, tildándolo en muchos casos de oportunista,  llamándose concretamente a boicotear su espectáculo.

     A pesar de toda esa resistencia, Bruce, lejos de arrugar, tocó American Skin (41 Shots) en los 10 de los conciertos que dio en el Madison Square Garden, siendo abucheado por gran parte del público presente.





     Esta canción ya es un emblema frente a asesinatos de estas características. El 23 de marzo de 2012, en Tampa, Bruce la tocó con motivo del asesinato cometido contra el adolecente de raza negra Trayvon Martin por parte el integrante de una patrulla de vigilancia George Zimmerman en Florida. Tras la absolución de Zimmerman en julio de 2013, Bruce le dedicó la canción a Martin en un show en Limerick, Irlanda. El 14 de setiembre del mismo año, el Boss la interpretó en Buenos Aires, en el estadio de GEBA. 





miércoles, 3 de junio de 2015

BORN TO RUN: Un disco fundamental en la vida de Bruce

                                                             Por José O. Schwimmer

                Dicen que los verdaderos artistas pasan a la fama a partir de su tercer trabajo y Bruce Springsteen no fue la excepción. Luego de dos LPs amados por sus fans pero no muy bien tratados por la crítica de entonces (canciones muy extensas con letras demasiado largas y poco entendibles para quienes no estaban dentro de “su” entorno), en Agosto de 1975 el Jefe dio a luz uno de sus trabajos más reconocidos y que ha recibido los mejores elogios al día de hoy: BORN TO RUN.

                Mi historia con este disco es bastante particular: Después de haber descubierto BORN IN THE USA y con tan solo catorce años comenzó mi carrera por conseguir los trabajos anteriores de Bruce Springsteen; el problema es que en Argentina no se habían editado y la descarga digital no había sido descubierta en esos tiempos. Para colmo muchos disqueros no lo conocían y era materia obligatoria poder tararear “Dancing In The Dark” o “Born In The USA” para que entendieran de quién estábamos hablando.

           Hasta que promediando el ’85, y como consecuencia del éxito arrollador de BITSUA, Columbia Records decidió lanzar BORN TO RUN al mercado argento aunque el disco paso por las bateas sin pena ni gloria.

        Editado como álbum de tapa simple (la edición original era de tapa doble, desplegable) llegó a mis manos en una pequeña disquería del barrio de Villa Crespo una muy fría tarde de invierno.

    Mi ansiedad fue tal que no pude llegar a casa y solo dos cuadras me separaban del viejo wincofón de mis abuelos, por lo que decidí pegarles una visita. Después de limpiar delicadamente el vinilo, la púa recorría los surcos de Thunder Road y mientras Roy Orbison sonaba en el porch, una frase retumbaría en mis oídos desde ese día hasta hoy: “It’s town is full of losers and I’m pulling out of here to win”.

Mientras el disco giraba, las melodías se sucedían una tras otra a través de versos que mi pobrísimo inglés de entonces no llegaban a comprender demasiado, pero sonaban de una manera que hasta me ayudaban a entender su significado.

Para cuando Clarence fraseaba el último solo de Jungleland mi cara reflejaba una rara mezcla de melancólica alegría. Es como si empezara a despedirme de algo que, en realidad, sería mío para siempre.  Me quedé pegado a la silla y mirando fijamente como la púa se acercaba al centro del vinilo escuché a mi abuelo, quien señalando la tapa del disco me preguntó: ¿El Negro de la trompeta se llama Bruce y el de al lado se llama Espring… cuánto?.   




BORN TO RUN es disco romántico e inocente al que el público respondió rápidamente, a medida que cada uno se vio reflejado en los sueños que de él emanaban. Cualquiera de nosotros seguramente se sentirá identificado con alguna de sus letras y del  idealismo que las mismas transmiten. Es que en Born To Run, Bruce Springsteen reflejó sus aspiraciones, explicó lo que quería lograr, lo que quería ser y decir a través de su música.

                Aunque durante en Agosto  haya cumplido este cuarenta años, las canciones de este legendario disco suenan muy frescas y cada vez más actuales a partir de su sinceridad y conforman un verdadero clásico de la discografía del Jefe que soporta como pocos el paso del tiempo, cosa que solo pocos discos logran.



Transmite la grandiosidad de su juventud, esperanzas y sueños de un muchacho de veinticinco años acompañado por una verdadera banda de amigos, la que comprendió y expresó con exactitud lo que Springsteen quiso transmitir a través de cada nota. Por otro lado marcó el principio de las relaciones fundamentales de su vida, está repleto de sentimientos y recuerdos, pero a la vez es un disco hecho de cara al futuro.

“Thunder Road” trata sobre la búsqueda del propio destino, huir de una vida vacía y sin esperanzas, de un día a día sin futuro. “Esta noche seremos libres, se romperán todas las promesas. Esta ciudad está llena de perdedores y yo me largo de aquí para triunfar”. El nombre de la canción que originalmente se llamaba Winged for Wheels significa un viaje en busca de la libertad aunque también un himno del pasado, es una canción repleta de esperanza. Sugiere que si tienes fuerzas para encontrarte a vos mismo ya habrás logrado un gran triunfo.

"Born to Run" puede oírse, en la primera pasada como una declaración de amor eterno de un joven a una chica, al tiempo que la invita a vivir una vida entera juntos. Pero detrás de esta letra se esconde otra historia: la del propio Springsteen y su necesidad imperiosa de abandonar Freehold, la ciudad en la que creció para escapar del futuro predestinado y crearse el propio. La metáfora queda clara en su frase más conocida: "Tenemos que escaparnos mientras todavía somos jóvenes, porque los vagabundos como nosotros somos nacidos para correr"



Como compositor, Springsteen siempre comprendió que componer es aprender de la música que se escribe, resolver las dudas que surgen y buscar respuestas en ella. Es como un servicio que le ofrece a sus fans y a sí mismo en cada uno de sus discos.

Las principales dudas que se ha planteado durante el resto de su carrera surgieron nada menos que de las canciones de Born To Run. Dudas tales como qué hacer cuando tus sueños se vuelven realidad o qué pasaría si eso no ocurre, o si tal vez existe el amor verdadero.

En definitiva El tercer álbum de Springsteen es, una auténtica obra maestra buscada, una piedra preciosa, un cambio de actitud, el paso de la adolescencia a la adultez. Born To Run marcó el punto exacto de maduración en la vida de Bruce dejando atrás conceptos adolescentes de amor y libertad, sin dudas marcó una línea divisoria y el principio de una trilogía que se completaría con “Darkness Of The Edge Of Town” y “The River” . Lo siguiente es historia conocida: Bruce Springsteen ha nacido para correr por el camino del trueno.

                                                 
                 Por José O. Schwimmer