Por
Alexis Flores Castro
"...De día nos agotábamos en
las calles de un fugitivo sueño americano. Por la noche cabalgábamos a través
de mansiones de gloria en coches suicidas, que emergen de las jaulas de la
autopista número 9 con ruedas cromadas, combustible inyectado, y pasando más
allá de la raya. Nena, esta ciudad arranca los huesos de tu espalda, es una
trampa mortal, es un himno suicida. Tenemos que salir de aquí, mientras seamos
jóvenes, porque los vagabundos como nosotros, nena, nacimos para
correr..." (Born To Run, Bruce Springsteen).
Fue como mirar atrás y no ver nada
más que un reflejo sórdido de una historia que no fue. Me dije a mi mismo: ya
no hay tiempo para quedarse en un invierno eterno, donde las sombras, se
olvidan del paraíso.
A mil trescientos pasos de mi casa
estaba el sucio trabajo que me expiaba por el azar de haber nacido, a tres mil cuatrocientos
vivía mi chica, y a sólo seiscientos se encontraba la estación que podía
sacarme de este infierno, para siempre. Pasos
que encierran un tiempo que puede cambiarlo todo, o nada.
-No es nada fácil la vida en este mundo, repetía una y mil veces mi padre, siempre tan cansado y triste, vencido por un
sueño que se quedó en el camino.
Hay una supuesta comodidad adquirida
que, en el momento menos pensado, te termina azotando. Y puede que sea tarde
cuando nos demos cuenta, y puede que ya no tengamos fuerzas para darle un rodeo
a la vida, para empezar de nuevo.
-¿Vos crees que podamos ganarle a nuestro
destino? me preguntó Raquel, entre dudas y consternación. Mi amor -le
repliqué con fuerza-, creo en el tiempo donde te abracé para siempre, donde la
primavera siempre vuelve. Estoy completamente seguro de que acá estamos
vencidos, condenados por el solo hecho
de no animarse. Te reconozco que no tengo claro que significa ser un ganador,
pero siento que mis venas piden una tregua a esta chatura, y una decisión firme
de correr en busca de lo que siempre soñamos.
Y
no te confundas querida, correr no es escaparse, es solamente tratar de
encontrarse, para besar este maravilloso regalo que Dios puso en nuestras
manos.
Decidimos caminar por el lado
salvaje. El tren marchó cargado de ilusión. Volveré.
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