Otra vez una carretera y un auto
que invitan a seguir un destino incierto, una libertad que se va haciendo a
base de decisiones. Ya la invitación a Mary quedó en un pasado, el camino del
trueno ya fue recorrido.
La hoja que una vez estuvo en
blanco, fue llenándose en la historia que recrea una vida.
Y aquel joven que invitaba a lo
desconocido es hoy un adulto que acepta la tristeza y el desengaño, al menos en
la dosis que permite disfrutar sin hipocresías. Se trata quizás de saber
convivir con la propia experiencia, para alcanzar el equilibrio en la tempestad
de un mundo siempre en crisis.
“...Tuve suficiente angustia y dolor...Tuve un pequeño punto exacto para
la lluvia...Esa que venía con el cielo gris...”
Pero la invitación sigue intacta,
y la ruta continúa siendo ese espacio que nos puede devolver la libertad, con
esa latente esperanza de encontrar el lugar preciado. Pero siempre aceptando
nuestra condición de vagabundos.
Vacío, pero a la vez colmado de
pasión. Solitario, pero siempre esperando encontrar el punto de encuentro
exacto. El hombre que crece acepta la tristeza como parte de un camino que
devuelve nuevos desafíos que llenan de esperanza esta vida.
Son los opuestos que se enfrentan
y se encuentran en esta dialéctica que todos enfrentamos en el día a día.
“..Siempre me gustaron mis
zapatos para caminar…Sin dejar de reconocer que podemos tener cierto aprecio
por la tristeza...Caminando lejos hasta alejarse...”
La sociedad nos pierde con su
veneno tan frenético, sus necesidades distantes a las verdaderas, que nos traen
angustia y desasosiego. No hay tiempo, y corremos a ninguna parte.
Hasta que nos acordamos de
ciertas promesas esenciales, tocando fondo en esos lugares que nos permiten
volver a empezar.
“...Siempre amé los pueblos solitarios y las calles vacías...Sin nadie
alrededor... Enamorándome de la
soledad...”
Y ahí tenemos a mano el camino,
un lugar que nos lleva, nos enfrenta, nos reconcilia con nuestro pasado. Los fantasmas se despejan, y nuestros sueños
piden realidad.
“...Siempre me ha gustado ese camino vacío...Sin un lugar para
quedarse, y millas por recorrer...Que están muy lejos de aquí...”
Y ahí está el camino que nos
permite esperar, con el corazón abierto, un poco de luz redentora, un momento
donde los opuestos se juntan y nos devuelven un instante de verdad.
Y esa luz es maravillosa.
“...Hola rayo de sol!...No querés quedarte un instante conmigo...”
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