14 de septiembre de 2013. Caían las luces del recital de GEBA y Bruce Springsteen terminaba con una espera de 25 años, luego de aquel Amnesty en 1988.
Se entremezclaban muchas sensaciones, muchos sentimientos que «devolvían», por un momento, esa luz, esa verdad que inspira nuestras vidas, que suele perderse con tanta realidad infecunda.
El Boss la rompió en esa noche fría, y dejó bien en claro por qué todo tenía sentido. La espera, la pasión, los viajes, los vacíos llenados con su música, a pesar de todo. «Ahora te entiendo» me dijo mi hermana después del show, y cuántos deben haber sido así entendidos ese día.
Y no terminó allí la cosa, todavía había algo más. Para los que vivíamos la ausencia de Bruce en nuestras tierras como una gran deuda, para los que a pesar de miles de cosas todavía seguíamos construyendo en la promesa, para los que no nos rendimos nunca…para todos esos había un regalo muy especial.
«Solo le pido a Dios» interpretado por Bruce Springsteen, desde el hotel en Buenos Aires, dedicado al «pueblo argentino», tan irreverente al tiempo y a la distancia, que los sueños se hicieron realidad, para que el pibe que fui se acordara de quién es.
Juan Martín Nogueira
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